4- Muchas caídas en un solo día...
Pese a tener mi carnet A en el bolsillo, trabajé con un Vespino de mensajero hasta que se lo robaron a mi hermano y tuve que comprar la Vespa. Ya podéis imaginar que el pobre 50cc era exprimido sin piedad, los cilindros, pistones y segmentos iban que volaban… y las caídas también.
La "curva del Cementerio" con el Vespino. Ni casco ni protecciones... otra época |
Ya que no me quedaba lejos, pasé por casa a curarme las abrasiones varias, y cambiarme los agujereados pantalones. Ese verano nos dio la tontería a los jóvenes de ir con pantalones militares sin goma abajo, y con zapatillas deportivas sin calcetines… cosas de las modas. A mí me venía muy bien, porque en un bolsillo lateral llevaba el talonario de servicios y en el otro un callejero Bayarri de la ciudad. Aproveché y ajusté un poco el freno delantero, un Metrakit doble-leva que prometía mucho pero daba muy poco, cogí un helado “de palo” de la nevera y arranqué con idea de ir a “las flores” -la plaza del Ayuntamiento- que estaba (y está) copada de fragantes y coloridas paradas.
Esa era la idea, pero imaginad la situación: arranco con un “polo” en la mano izquierda, llego al primer semáforo, acaricio el freno delantero… y algo que no volvió a hacer jamás, clavar la rueda, me lanzó al suelo sin esperarlo. Ahí estaba yo tirado con una cara de gilipollas increíble, delante de la puerta de una escuela de Formación Profesional (cuando entonces terminabas EGB a los trece, o ibas al instituto a estudiar BUP, o hacías FP… o a trabajar…), donde unos granosos quinceañeros se meaban al verme.
Después de otra limpieza de las heridas anteriores y nuevas, y de mangarle los pantalones militares “pijines” a mi hermano –yo sólo tenía dos-, otra vez a la calle a “patrullar”. Unos servicios más y a casa a comer. Apenas había terminado, una llamada telefónica del trabajo (recordad que entonces llamabas a las casas, no a las personas) y me encargan una recogida cerca de donde vivo.
Nada, como conozco el sitio perfectamente (era detrás del instituto donde había estado acudiendo hasta el año anterior) voy para allá hecho un cohete. La zona me gustaba un montón, porque era un sitio donde las fábricas estaban ganando terreno a los campos de cultivo, y rodabas por desiertas calles de polígono y estrechos atajos de tierra entre bancales…. Vamos, que inventé yo el SuperMotard. Claro, ya sabéis que la confianza da asco y bla bla bla… y una curva “de las guapas” que se suponía de buen agarre, me la encontré con un montón de tierra de los camiones de obras de al lado… se cruza, se cruza, se cruza… y en una nube de polvo acabo en la puerta de una fábrica donde los trabajadores estaban zampando el bocata de la comida. Claro, unos se arrimaban preocupándose por mi (no entendían de donde salían tantas heridas), pero otros directamente se descojonaban de la situación sin esconderse. Total, que me tragué mi orgullo y salí de ahí como si me quisieran besar… con polvo por todos lados y los pantalones de mi hermano hechos unos zorros.
Todo ello sin casco, por supuesto… en aquella época éramos tan tontos que el llevarlo en un ciclomotor lo consideramos ridículo. Unos meses después, ya con la Vespa, me fui de cabeza contra un SEAT 127… la suerte que tuve es que pegué contra el paragolpes metálico, pero adornado con una goma blanda que me salvó de abrirme el coco. Desde entonces comencé a hacer algo habitual el usar casco, hasta que por culpa de un reguero de gas-oil acabé dentro de una acequia… y con una grieta de medio dedo en la zona de la nuca, justo donde pongo “Miguel”. Si no lo hubiese llevado, hoy no leerías esto… lección aprendida.
Tú lo gastas ¿verdad?
"A de Plata" sigue aquí:
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