Miré un día la fecha del carnet de conducir, y me di cuenta que hace más de veinticinco años que aprobé el permiso importante, "el de moto", el A (en aquella época, A2). Así que me he propuesto daros un poco la brasa y contaros manías y anécdotas que me han ocurrido durante este tiempo. ¿Hasta cuando?... no lo sé, según me vaya acordando (algo difícil con este cerebro cada día más reblandecido que tengo)... o cuando digáis basta.
24- MOTOS Y DUDAS -uno-:
MONTESA IMPALA-2 175 versus VESPA DN 200 E (1986)
Los que lleváis un tiempo leyéndome habréis visto que, aunque siempre he tenido moto desde los diecisiete años, no he tenido un gran número y todas me han durado bastante. La verdad es que siempre he estudiado mucho qué moto comprar cuando he tenido el dinero… que siempre ha sido poco, por lo que no podía arriesgar a equivocarme. Ahora, eso no quiere decir que al final tuviera la moto que era la “primera opción”, por un motivo u otro en cuatro ocasiones no compré la que quería. Aquí una de ellas:
Algunos recordaréis que hace un tiempo escribí una serie que llamé “Sueños de adolescente”, donde comenté sobre tres motos que me llamaban la atención cuando todavía no me había sacado el permiso de conducción. Una, la Puch Cobra 75 M-82, la alejé de mi cabeza por algo con más cilindrada cuando vi que no sacaría el A1 e iría –por edad- directamente al A2. Ahí es donde entró en mis ilusiones la Honda XL 200 R, la de depósito pequeño (su hermana la Paris-Dakar no me gustaba nada). Pero no dejaba de ser eso, una ilusión: la moto era modelo nuevo, y en aquella época las pocas motos japonesas que llegaban a España se pagaban a precio de oro. Así que debía mirar al mercado de segunda mano, o a algo más económico… y ahí es donde entraba mi mayor capricho: la Montesa Impala-2 175.
El porqué un joven de dieciocho años quería una moto sacada “del baúl de los recuerdos” por Montesa en un último y desesperado intento por sobrevivir antes de ser controlada totalmente por Honda, es simple: por un magnífico reportaje en uno de los primeros Solo Moto 30 (concretamente el nº dos de Marzo de 1983… por supuesto lo conservo…) donde Vic Monllau, periodista de la época, se cascó 12.000kms ¡en un mes! con uno de los prototipos pre-serie del modelo por Europa, en unos años (el 82) donde la palabra “teléfono móvil” significaba que el que tenías en casa estaba dotado de un cable muy largo; o la palabra “asistencia en carretera” era arreglar el desperfecto tú mismo debajo de un árbol, con los varios kilos de herramientas y recambio que llevabas cogidos con gomas.
Bueno, pues mi decisión de comprar una “moto grande” fue simple… y urgente. Yo trabajaba de mensajero con un Vespino SC entre semana, y se lo dejaba a mi hermano el sábado para que “se fuera de disco”. Y uno de esos sábados… el Vespino desapareció de donde lo había dejado aparcado. Así que ahí estaba yo el lunes, sin poder trabajar por no tener “herramienta”, teniendo que realizar una búsqueda de emergencia de algo decente. El problema era el típico, ni un duro, así que tenía que ser robusto, barato y estar en buen estado… pero siendo de segunda mano. Mi primera idea era una Trail de 125-200cc, pero empezaban a estar de moda entonces y no había nada de ocasión. Así que sin dudarlo fui al concesionario Honda en Valencia (el que antes había sido Montesa, el del monumento feo delante) y pregunté por una Impala. Mi enfado vino cuando el vendedor se dio cuenta que yo no quería “la 2”, sino el primer modelo con diez o quince años: ni se levantó de la silla, volvió la vista a unos papeles y con un tono aburrido dijo “las de segunda mano están ahí detrás, mira a ver”. Me asomé, pero no había nada que me valiera. Cuando quise volver a hablar con él, este ni me miró… estaba ocupado con otro potencial comprador de, ese sí, una moto nueva.
Así que con la sangre hirviendo hice algo que sorprendió a casi todos los que me conocían: fui donde mantenían a punto mi Vespino (un pequeño taller que hoy en día es una de los pocos concesionarios oficiales que quedan), le pregunté a mi mecánico de confianza qué podría comprar que estuviera en buenas condiciones, y salí de allí con una Vespa DN 200 E (con intermitentes) negra y en un estado excelente al ser de una chica que no necesitaba tanta moto para ir a la Universidad. Sí, me compré “una cosa” con ruedas pequeñas, sin depósito entre las piernas, con el motor a un lado, con una frenada nula, con una –falta de- estabilidad peligrosa y con una velocidad punta ridícula incluso entonces. Pero la verdad es que aquella valerosa Vespa me llevó por media España sólo o acompañado, me permitió trabajar y divertirme, aprendí mecánica... Todo ello, sin dejarme jamás tirado, sin fallar nunca.
Así que mi ilusión es algún día cumplir mi sueño y comprar una Impala… una Impala-2, con su depósito de plástico, su iluminación de 12v y sus feas llantas de aleación sacadas de una Crono 75. Pero tampoco me desagradaría volver a tener una de aquellas humildes Vespa 200, con su arranque a palanca, su mala frenada y su pésima estabilidad. Eso sí, de color negro…
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