27 mayo, 2011

Voromv moto. CON EL "A DE PLATA" EN EL BOLSILLO. 7- Nunca te fíes de los gorditos montados en Derbis...

Miré un día la fecha del carnet de conducir, y me di cuenta que hace más de unos larguísimos veinticinco años que aprobé el permiso importante, "el de moto", el A (en aquella época, A2). Así que me he propuesto daros un poco la brasa y contaros manías y anécdotas que me han ocurrido durante este tiempo. ¿Hasta cuando?... no lo sé, según me vaya acordando (algo difícil con este cerebro cada día más reblandecido que tengo)... o cuando digáis basta.
7- Nunca te fíes de los gorditos montados en Derbis...
Ya he comentado que con apenas dieciocho años trabajaba de mensajero, primero con un Vespino, luego con una Vespa DN 200. Como os podéis imaginar, si con el 50 era “el puto amo de la ciudad” (con unos cuantas puertas de taxistas abolladas con mis botas Dr.Martens de puntera de acero…) con la Vespa ni te digo… con su pintura brillante, y su millón de pegatinas (seguimos con las modas… los ochenta eran así), era el mensaka más vacilón de todos.

Era verano cuando en una de estas, me envían a entregar algo (¿o era recoger?... da igual…) a un pueblo cercano a Valencia. Recordad que eran tiempos en que no habían autovías, pero sí mucha nacional y comarcal antigua, con sus miles de travesías de pueblos. Estaba parado en un semáforo de un cruce de dos carreteras, cuando a mi lado para un jovencito que representaba el típico “llauro” (labrador) de la época: robusto, piel rosada que rebosaba por su camiseta de tirantes en otra vida blanca, pantalón hasta las rodillas y “aspardenyes” (alpargatas de cáñamo). Iba montado en una vieja Derbi 50 Tricampeona cubierta por una fosilizada capa de barro y polvo con unos dos mil o tres mil años de antigüedad, y con un capazo y un azadón atados con gomas al asiento.

El chaval no dejaba de babear viendo mi inmaculada y molona Vespa negra. Se pone el semáforo en verde y con una picadita de embrague le obsequio la vista con un “caballito” de un par de palmos (nunca he ido más lejos) y lo dejo aspirando el olor a Castrol quemado. Un poco más allá tuvimos que parar en otro semáforo de la travesía, y se decidió a hablarme:
-“Que moto más bonita… ¿qué es, una 125?”
Yo sonreí un poco y le corregí: -“No, no, es una 200”
-“¡Una 200! Seguro que corre un montón, no como esta que no corre nada. Mi mecánico dice que la deje como está, que anda bastante, pero yo creo que debería correr más. Lo peor es que como no llevo velocímetro, no sé a cuanto se pone” Lo piensa un momento y pregunta –“¿Te importaría ponerte detrás mío hasta el siguiente pueblo y miras a ver cuanto hace?"

Pobre chaval… ¿cómo iba a decirle que no? Además, el pueblo no estaba lejos, no iba a perder mucho tiempo por arrastrarme un poco… Total, que se pone el semáforo en verde y le hago un gesto de que salga delante. Comienza a acelerar débilmente, estira la primera, estira la segunda, mete tercera… y de repente la birria de Derbi comienza a irse, a irse, a irse… ¡su p… madre! Toque al embrague, gas a fondo y agachándome para cortar el viento… pero la Tricampeona se largó sin despeinarse, por mucho gordo pueblerino que llevara encima.
Al llegar a las proximidades del pueblo, el llauro corta gas, y espera a que me ponga a su lado… 
-“¿A cuanto he llegado? ¿A 100…?”
Yo puse lo que imagino sería la sonrisa de un idiota y le dije: -“Sí, sí, por los pelos pero sí hace los 100, un poco más incluso… " mentí descaradamente. Mi Pepi, con pistón de alta compresión, tenía un terrible “muro del dos tiempos” que no le permitía pasar de 105kms/h…
-“Mi mecánico dice que va muy bien para los años que tiene, que no la toque… entonces ¿la dejo así, no?” me dijo con una sonrisa de oreja a oreja. Yo apenas alcance a darle dos cabezazos asintiendo, me hizo un gesto de ¿agradecimiento? y giró en una de las calles de la travesía.


Aquello fue hace mucho más de veinte años, pero me escuece cuando lo cuento, ahora que lo escribo, como si estuviera ocurriendo en este momento. Tengo muy claro que el gordito sonrosado se tiró semanas contando descojonado la batallita a sus amigotes tomando chatos de vino en el Bar del Jubilado… lo sé, porque tengo claro que él sabía perfectamente que su sucio hierro iba mucho más que mi 200 (¿llevaría un cilindro Gilardoni de 75cc preparao?) y me la clavó con una sonrisa en la boca…



Así que la moraleja es clara: no te fíes de la pinta que tiene ese tío cutre de no tener ni idea, montado en un trasto con décadas en sus ruedas… puede que te traumatice para toda tu vida motera.
Por muy “pijo de ciudad” que seas…




"A de Plata" sigue aquí:

8- El único (por ahora) hueso roto...


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