Miré un día la fecha del carnet de conducir, y me di cuenta que hace más -mucho más- de veinticinco años que aprobé el permiso importante, "el de moto", el A (en aquella época, A2). Así que me he propuesto daros un poco la brasa y contaros manías y anécdotas que me han ocurrido durante este tiempo. ¿Hasta cuando? No lo sé, según me vaya acordando (algo difícil con este cerebro cada día más reblandecido que tengo)... o cuando digáis basta.
76- Saliendo de ruta con mi hermano Ròbert: Cuando treinta años no son nada...
Nada menos que treinta años, mes arriba o abajo, ha costado que mi hermano y yo volviéramos a compartir ruta en moto.
Aquella salida de 1991 fue todo un cúmulo de casualidades: yo había chocado contra un autobús mi Suzuki GS 500 E y, gracias a ello, mientras me la arreglaban, Juanjo V. me dejó "la Segoviana", su Kawasaki GPZ 600 R. Cuando la mía salió de taller por un par de días tuve las dos en el garaje... y aprovechamos para salir los hermanos a hacer Valencia-Liria-Tuejar (por entonces C-234, atravesando infinidad de pueblos) y de ahí la bella carretera que lleva al Embalse de Benagéber. Al bajar por la N-III (hoy en día autovía) paramos en Buñol, el pueblo de la famosa tomatina, a ver un amigo común, que nos llevó al Salto del Turche, cuando todavía podías llegar en vehículo hasta la misma orilla.
Entonces no lo sabíamos, pero iba a costar repetir el rodar juntos.
Ròbert nunca ha tenido mucho interés en el motociclismo, digamos que esa parte me la quedé yo y él se quedó el fútbol, el baloncesto... bueno, y el resto de los deportes en general. Pero que no devore revistas, vea carreras o participe en ellas, no quiere decir que no le gusten. Cuando mis padres compraron el primer Vespino SC nos subimos a él y gastamos todo un depósito dando vueltas y, ahora que no nos oye nadie, chafamos la cesta que llevaba delante del manillar contra un camión de reparto. Cosas de críos. También lo disfrutaba los fines de semana que yo me bajaba del Vespi (trabajaba de mensajero) hasta que se lo robaron en la puerta de una discoteca. Cosas de hijos de la g... p.... Luego mis padres compraron la Vespa DN 200 a la que también le dio unas vueltas. Y él se compró un Vespino ALX para ir a trabajar y lucir palmito. Pero luego llegó su primer coche... y ahí acabó la primera parte. Sí, rodó en alguna ocasión con mi Suzuki GS 500, como la que he contado antes, y también fue el que primero probó mi Yamaha TDM 850. Hasta llegó a rodar con mi Bultaco Frontera 370 un día que nuestro padre nos llevó a un circuito para que entrenara cuando corría en cross-clásicas. Pero no tuvo moto hasta hace más de trece años, cuando compró un práctico Yamaha X-Max 250 con el que ir del cercano pueblo donde vivía a trabajar a la ciudad o a hacer recados.
Y en este 2021 Ròbert, como ya dije hace unas semanas, ha estrenado una lógica y elegante Honda NC 750 X DCT. Automática y con hueco para el casco como un scooter, pero una moto en toda regla. Nos las matricularon el mismo 4 de enero, pero entre que al vivir en un pueblo no le afecta las restricciones de movilidad que ha impuesto la Generalitat Valenciana y que le ha atacado una siempre interesante fiebritis motera, ya ha hecho el rodaje mientras que nosotros apenas tenemos 600 kms en el marcador de "la V". Y este miércoles pasado por fin pudimos salir juntos, apenas 130 kms debido al mal tiempo (nos llovió durante un rato y tuvimos viento todo el día), pero lo hicimos, un clásico Valencia-Monserrat-Real-Dos Aguas-Macastre. Y allí pudimos charlar un rato mi Mari Luz, Ròbert y yo de motos, de casas, de trabajo y de más resguardados en la entrada de un chalet (los bares siguen cerrados por la Covid-19) durante más de una hora. Y luego volvimos por donde vinimos, rodando tranquilo, curveando, enseñando y aprendiendo. Y la verdad, me sentí muy orgulloso de ver a mi hermano pequeño rodar detrás mío con soltura, con elegancia y, lo más importante, con prudencia. Ahora lo siguiente es una ruta a cuatro cuando las restricciones nos dejen, que también queremos que Sonia se una a la ruta. Y que sean muchas más.
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