Miré un día la fecha del carnet de conducir, y me di cuenta que hace más de veinticinco años que aprobé el permiso importante, "el de moto", el A (en aquella época, A2). Así que me he propuesto daros un poco la brasa y contaros manías y anécdotas que me han ocurrido durante este tiempo. ¿Hasta cuando?... no lo sé, según me vaya acordando (algo difícil con este cerebro cada día más reblandecido que tengo)... o cuando digáis basta.
37- Mi primer "Gran Premio de Xàtiva"... fue en bicicleta
No, no puedo decir con exactitud cuando comenzaron a gustarme las motos... o porqué. Tampoco es que en casa hubiera "ambiente motero" (sí, mi padre fue miembro del Club Lambretta Valencia junto con su hermano Jose, pero eso fue antes de nacer yo) ni tampoco tenía un primo o vecino más mayor que me inspirara. Sencillamente me gustaron y punto. Tengo consciencia del primer Motociclismo que compré en un kiosko pequeñito enfrente de la puerta del Corte Inglés de la calle Las Barcas, donde salían unas Honda y Yamaha Turbo, por lo que sería 1982 y yo tenía quince años. Lo que os voy a contar no sé si fue antes o después de eso... pero vamos, año arriba año abajo, a principio de los 80.
Bien, pues esta vez tuve la agradable compañía de Voro y ManoloMk10, a los que les conté esta historia de cuando era un adolescente, mi primera gran aventura... y que me dio muchos más problemas a mí y a mi familia de lo que imaginé.
Ya digo que no sé con exactitud que edad tenía, sobre los quince. Estaba veraneando como era lo normal entonces en el pueblo donde nació mi madre, Vallada. No sé cómo me enteré que había carrera de motos en Xátiva (a unos 25kms) pero se me ocurrió que sería buena idea el ir... así que sin decir ni media cogí mi bicicleta -una Orbea de esas de cuadro abierto, sin marchas, a la que le quitamos los guardabarros metálicos para que pesara menos- y enfilé hacia allí, por plena carretera nacional 430, plagada de camiones, coches y otros elementos móviles.
Orbea 500 plegable |
Había llegado el momento de regresar, y el panorama no era bueno. Hacer 25kms con el agobiante calor de verano en bici era un suplicio... pero mucho peor sería intentar volver andando. Así que viendo que el circuito estaba al lado de la estación de tren... pues subí en el primero que iba dirección sur. Como pronto descubrió el revisor, no llevaba billete claro, ni dinero para pagar una multa. Así que me bajó... y subí en el siguiente tren que paró.
Cuando llegué a casa, no sabéis la que tenía liada: yo había salido por la mañana con la bici, sólo, y no había ido a comer. Nadie sabía nada de mí, por lo que medio pueblo estaba buscándome. Y ahí llegué yo, con mi bici y con el pedal en la mano, con sonrisa cándida. La cara de mi abuelo Juan era de auténtica furia y habían gritos y regañinas por todos lados.
Pero a mí todo eso me dio igual. Había olido ese aroma, había escuchado ese ruido, había notado esa emoción. El veneno había entrado en mi cuerpo, y ya nada iba a sacarlo. El veneno de la moto.
"A de plata" sigue aquí:
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