3 de 4. Ánimo
Tres vueltas y mis miedos se han esfumado casi por completo. De hecho, apenas me siento dolorido (magníficas las manos de Ainara, nuestra “fisio”). Un estado de ánimo cada vez más alto me está embriagando. En la recta sigo siendo presa de los –a veces muchos- caballos de más de la competencia pero, para mi sorpresa, en las curvas no solo lo recupero sino que, incluso, me permito el lujo de adelantar a más de uno ¡incluso de dos!. Yo tenía claro que lo que le falta de motor a nuestra moto lo suple por una agilidad y una economía por encima de los demás, por lo que en las curvas solo los pilotos profesionales nos achuchan, pero creo que la oscuridad no le sienta igual de bien a todo el mundo, y algunos van realmente parados, frenando pronto, entrando mal en las curvas y acelerando con precaución... ¡y yo le tenía miedo a la noche!
Miro el reloj al pasar por meta y me doy cuenta que, sorprendentemente, ya llevo la mitad del relevo. Nos los hemos planteado bastante largos, intentando apurar el depósito y el bajo consumo de nuestra motocicleta, para recuperar lo que perdemos en aceleración haciendo menos paradas.
Lo que ha hecho que el tiempo corra rápido es que me he enganchado a un grupo de tres motos que parecen un tren: tumba la primera, luego la segunda, luego la tercera, ahora yo. Levanta la primera, luego la segunda, luego la tercera, ahora yo. Sí, me sacan en la recta, pero en menos de tres curvas ya los tengo y me marcan por donde ir. Al principio de cogerlos pensé en pasarlos, pero sólo iba un pelo más rápido y ahora voy muchísimo más tranquilo. Esto es resistencia: ritmo constante sin castigar la mecánica, pensar en el segundo, no en la décima. Y con ellos me lo puedo permitir.
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